domingo, 8 de diciembre de 2019

Sierra de Guadarrama

Paseando por el Macizo de Peñalara. Laguna Grande de Peñalara y embalse de Santillana.  

(1 de Noviembre de 2019)

Aprovechando el regreso del viaje de India con Spainbirds, recalamos, gracias a la gentileza de Javi Atrio en su casa de El Boalo, a los pies de la Sierra de Peñalara y muy cerca de mi querida y ansiada Pedriza de Manzanares, una de las cunas de la escalada madrileña.  Como dice Sabina, no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. 

Por fin pudimos conocer su refugio de los fines de semana y a su familia, que ya teníamos ganas. Aunque el día no acompañó, nuestro anfitrión nos acompañó por el macizo de Peñalara y a un paseo pajarero por el embalse de Santillana, también llamado de Manzanares el Real. 

Nos levantamos temprano, tras dormir 3 o 4 horas, ya que el avión llegó con retraso desde Delhi. Además, tuvimos que reclamar algunas maletas que no llegaron. Me sentí como en casa al ver el comedor de su casa lleno de PlayMobils, con castillos y galeras romanas incluidas.

Tras un magnífico desayuno con jamón del bueno nos dirigimos al Puerto de Navacerrada, para llanear hasta el Puerto de Cotos, donde dejamos el coche. Había un buena nevada y el pronóstico marcaba un empeoramiento en poco tiempo. Tomamos el camino que sube hasta la Laguna Grande de Peñalara, para subir todo lo que las condiciones permitieran, 


Empezando el corto paseo desde el Puerto de Cotos. 

¡Qué tendrá la nieve, que realza lo más vulgar y cotidiano!

Nos envuelve un paisaje casi mágico.¿Las Nieblas de Avallon quizás?

Como no sucumbir a la belleza de estos paisajes...

Me gustó mucho esta representación de la vista panorámica con brújula incluida. 

El camino llanea apaciblemente entre los nevados pinares. 

Hay rincones de singular belleza. Gracias Javi. 

El maravillos colorido de los pinos silvestres (Pinus sylvestris). 

Cambiamos de los pinares a los piornales. Algo
 señalaban nuestros doctos naturalistas. 

Quizás los pastizales donde campea el ganado fuera del invierno. 

Posando llegando a la cubeta glaciar de la Laguna Grande. 

Vale la pena entretenerse en la Laguna Grande. Magnífico ejemplo de lago glaciar, su entorno es especialmente sensible debido a su proximidad a la carretera y la gran cantidad de gente que la visita. El tiempo iba empeorando y se puso a nevar. A pesar de ello había bastante gente deseosa de emprender las primeras invernales. Las imágenes no precisan comentario: la grandeza de la montaña se manifiesta por si sola sin el soporte de las letras. 










Emprendimos el trayecto de regreso por el mismo camino. Con mejor tiempo vale la pena hacer una magnífica circular y ascender hasta las cumbres más elevadas. De nuevo disfrutamos de un magnífico paseo en un ambiente aderezado por las primeras nieves. Absolutamente recomendable. 


Volvemos sobre nuestros pasos. 

El agua es todavía más poderosa que el invierno. 
 
Siempre me han encantado los árboles de formas retorcidas. 

Difícil es no pararse y contemplar estos mágníficos árboles. 

Tan bonito a la ida como a la vuelta. 

 Hay que beber en cada fuente del camino. 
Y de estas magníficas aguas aún más. 

Todos estos arroyos conforman la 
cabecera del rio Lozoya, creo. 

No lo puedo resistir: es una compulsión. 

  A buen paso hacia Cotos. Nos esperaba
 un café calentito más abajo. 

Acabamos la jornada pajareando en los márgenes del embalse de Santillana, o de Manzanares el Real. Ya no nevaba, pero hacía aire y el tiempo era desapacible. Pero Javi y Oriol son pajareros empedernidos y rastrearon tenazmente sus orillas. Yo me entretuve más buscando texturas. 

Cola del embalse de Santillana. 


A él drena el rio Manzanares, que luego pasará por la capital. 

Castillo de Manzanares. Poco antes pasamos por los restos del castillo original. 

Oteando aves en el embalse de Santillana. 

Nos desplazamos a un lateral del embalse a pajarear. 

Al fondo una sierra que recuerda a la Pedriza, que en realidad está detrás. 

Texturas en un tronco descortezado. 

Los siempre fotogénicos líquenes. 

Insisto: siempre fotogénicos...

Acabamos la jornada comiendo estupendamente en un restaurante cerca de El Boalo, Casa Agustín creo recordar. Los judiones que se zampó la prole de Javi hacían una pinta magnífica y el chuletón excelente, como corresponde a las magníficas reses de las razas de las comarcas vecinas. Lloviendo durnate casi todo el día Javi, nos dejó en el aeropuerto. La siguiente visita les toca a ellos. A mi me seguirá quedando La Pedriza y Gredos, por supuesto. 


2 comentarios:

  1. Un guante se ha arrojado, el reto está echado, allá por los idus de marzo partiremos en pos de la parda!
    Viniste a mi casa y a través de tu lente me enseñaste un paisaje por el que nunca había pasado... eres un mago, amigo!

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  2. jajaja...eres un poeta...acabaremos con el mito de la pardilla.

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